martes, 16 de dezembro de 2008


Artículo - Brasil

Artículo: Fibra indomable. No es nombre de una película de Far West...

Dr. Francisco Cesar Pinheiro Rodrigues

De vez en cuando talvez sea tolerable, en sitios serios y especializados en Derecho y Relaciones Internacionales – especialmente en las vacaciones-, huir un poco a la especificación de sus temas. Principalmente cuando el autor del texto retrata como algunos seres humanos, perfectamente medianos, suplantaron, en la vida real, con rara sangre fria, el miedo, el dolor y la mutilación. Como el hombre pertenece a una espécie única, imprevisible, potencialmente más valiente – cuando correctamente motivado – de lo que el “sapiens”, variando nada más que en la forma y color del cútis, será útil conocer algunos ejemplos de fortaleza de espíritu que estimulen, por su ejemplo, nuestra fibra moral cuando “desgracias” y accidentes sérios nos ocurren. Considerando la actual ola de “depresión”, que considero menos una enfermedad de que un sentimiento – justificable – de impotencia en enfrentar un mundo demasiadamente complejo, talvez sea estimulante averiguar como reaccionaron algunas personas en situaciones desesperadas. Sus reacciones son prueba de nuestras reservas de fuerza, dormilonas pero capazes de saltar de la cama, alertas y serenas, cuando despertadas por el clarín  del peligro. Y digo esto sin cualquier intención de autoayuda, género literário que considero útil unicamente para tres fines: consuelo para desconsolados, ánimo para los desanimados y para rendir alguna recompensa financiera a los esforzados profesionales de las letras. Estos, finalmente – menos mal -, pueden livrarse de la casi obligación de artimañas pillas de cualquier tipo para atraer a los lectores. La autoayuda , por lo menos tiene eso de bueno: és casta y mira asi arriba, o para dentro di si misma.

En cortos relatos, hablemos de tres de ellos. El primero ocurrió en Africa y tuvo como víctima una señorita blanca norteamericana que por allá se encontraba como “baby sitter” de los hijos de un cientista también norteamericano, que, como su familia, vivia afuera de la área urbana. El espíritu de aventura de esta mujer – de la cual no me acuerdo su nombre, pero que contó su rápida odisea en la revista “Selecciones” – muestra que aun hay jovenes motivados por cosas mucho más allá del dinero, sexo y comodidades. La muchacha en cuestión, no era una pobresita – por lo que me recuerdo –podria limitar sus ambiciones al gozo del confort de vivir en un pais rico, “casándose bien” o luchando por una carrera. Pero nó, prefirió conocer de cerca la sufrida Africa negra, con todos los riesgos implicados en esta decisión.

Dado final de tarde, esta joven, con al rededor de 20 años de edad, resolvió refrescarse, con trajes adequados, en un pequeño rio cercano a la casa donde trabajaba. Lo hizo en compañia de dos chicos y un joven que también trabajaba para el cientista. Segundo informaciones de personas que vivian en las cercanias, en aquel río no havia riesgo de cocodrilos, al revés de otros cursos de água, bastante más lejanos. Creyendo en esa tranquilizadora “jurisprudencia cocodriliana”, se bañaba enquanto los pequeños jugaban a la orilla del rio.

Después de algunas sambullidas, sin alejarse mucho de la orilla, atenta a los chicos, se quedó de pié, con el água por la cintura. Enquanto se escurria los cabellos, para sacarles el exceso de água, sintió que alguna cosa le rozaba el codo. Antes, no obstante, de poder examinar el origen deste toque, pudo sentir las mandibulas de un enorme cocodrilo cerrandose sobre su brazo. El animal intentó arrastrarla para la parte más honda del rio, siguiendo el usual comportamiento de ahogar la presa antes de devorarsela. Ella resistió a la intención, intentando salir del água, arrastrando a el agresor, enquanto, alertava al joven con gritos de “cocodrilo!” Este, por su vez, inicialmente de espaldas para ella, cierto de que alli no havian destos reptiles, pensó que se trataba de una broma y hasta dijo, sin darse vuelta, que no devería bromear dese modo, asustando a los chicos.

Enquanto el pensaba desa forma, el cocodrilo pasó a girar vigorosamente sobre su proprio eje, como hace siempre, dos o tres veces, de manera a arrancarle el brazo a su presa. Ella, dandose cuenta de que no podría impedir el violento movimiento – porque, si, siguiera resistiendo se quedaria sin el miembro -, se dejó llevar pasivamente en la rotacion. Tán rapida que en las pequeñas pausas, aturdida, submersa, cuando abria los ojos no sabia donde estava la superfície, que le permitiría respirar. Solo se dava cuenta que estaba en el fondo porque veía las burbujas de aire subiendo.

Con el escandalo dicho joven luego pudo verificar lo que ocurría e intentó ayudar, pero no sabia como. Intentó atrapar la cola del reptil, con la intención de tirarlo así a la orilla, pero luego vió que no tenia fuerzas para tanto. Intentó, entonces, introduzir los pulgares en los ojos de la fiera, pero constató que eso seria inútil, pués era lo mismo – explicó después – que intentar meter los dedos en un neumático de automóbil, de tan dura la consistencia de las dos o tres palpebras. Para finalizar, el saurio, con más un giro, terminó por separar del ombro el brazo que mantenia entre sus dientes. La corajosa joven vió al enemigo alejarse lentamente, moviendo la boca así arriba, de manera que pudiese tragar, entero, en el sentido de lo largo, su inesperado “lunch” americano.

La víctima fué socorrida con urgéncia. Le hizieron un torniquete en el trozo dejado por la amputación. Llevada de helicóptero a un hospital, consiguió sobrevivir. Bastante después, yá restablecida, los periodistas le preguntaron lo que le pasó por la cabeza cuando se dió cuenta de lo que la havía atacado. Respondió rapidamente: la preocupación con la seguridad de los chicos y la idea de no conformarse con la idea de venir de tan lejos para morir en Africa, en el estómago de un cocodrilo. Lucharía hasta el fin. En la revista aparece su foto: serena, no me recuerdo si sorriendo, usava un pulover en que se veía el vazio de un brazo. Y, más impresionante: ella prometió volver a Africa, para continuar lo que venía haciendo, y se dice fascinada con el conturbado y trágico continente. No hubo, obviamente, ningun mérito de ella – no lo eligió – ser alvo de un cocodrilo reconociendo los alrededores. Su mérito estuvo en la calma de no resistir a los giros del bronco y tenaz animal, en el intento de no perder el brazo, no obstante, al final  haya ocurrido.

Otro caso de heroísmo en la lucha por la sobrevivencia ocurió tambien con un americano – salvo falla de memoria tambien con sus veinte años -, que decidió explorar solito el Gran Canyon. En dado momento, se acercó al borde del abismo para mirar su profundidad. Con miedo de caerse, se agarró a una piedra enorme, redondeada, que estaba en el borde, pero ella, imprevisiblemente, se deslocó de tal manera que atrapó su brazo. Después de horas, o dias – lo cuento de memoria – intentando, sin éxito, livrar el miembro, canstató la necesidad de una dura opción: o, amputaria el brazo, sin anestécia, usando un cuchillo o moriria de sed y hambre, pués estava muy distante de la civilización. Conociendo la región, no adelantaría nada gritar. Después de mucho razonar con el mismo y sufriendo con el dolor, por dos o tres dias, yá sin esperanza de un golpe de suerte – que se apareciera algun aventurero – constató que no podría esperar más. Sus fuerzas lo abandonaban. Ahí optó por sobrevivir, fuese qual fuese el precio. Inició la grotesca operación, cirujano improvisado de mano única.

El contó, después, que cortar la propia carne fué, claro, extremamente doloroso, pero nada comparable al dolor, infinitamente mayor, de cortar un gran nervio que pasa por el brazo. Cuando el cuchillo tuvo que cortar dicho nervio, el dolor que sintió no podria ser descrito por palabras. Sus gritos, presumo, deven haber aterrorizado hasta los endurecidos escorpiones del desierto. Pero el logró la hazaña. Dejó su brazo en la unión de las piedras y usó su cinturón para hacerse el torniquete en lo que quedó del brazo, caminando, con lo que le quedaba de sus fuerzas, hasta una distante carretera. Interesante és que, meses después, restablecido, dijo que seguiría a practicar su deporte predilecto.

Finalmente, cuento un caso, mucho más dramático, este ocurrido en Brasil, si me recuerdo bién en Goiás, relatado en vivo por la victima a un amigo mío que tiene una óptica en el interior del Estado de San Pablo. Este amigo, un dia, en su tienda, fué abordado por un hombre con el rostro bastante raro, en la falta de un nombre más adequado. Ese estraño tipo de cara torcida le preguntó, en voz medio defectuosa, dificil de comprender, si lo reconocía. Mi amigo dijo que no. Entonces el visitante le explicó que había sido su cliente algun tiempo atrás. Y le contó su drama, que ahora trasmito al lector apenas apoyado solamente en la historia contada por este mi amigo. No me fué posible localizar ess ciudadano para recojer mayores detalles, que podria publicar en este artículo, pués el protagonista se mudó a otro estado, y se desconoce su dirección. Y no seria el caso de contratar a un detective solamente para enriquecer este texto con minucias.

Fué así: Manejando su coche, nuevo y caro, en una carretera, fué obligado a parar, para cargar combustible, o algun otro motivo cualquiera. Entonces fué dominado por marginales armados que , seguramente, estavan de ojo en su nuevo y bonito vehículo. Desecho de sus bienes e atado a un árbol, pensó que su pesadilla luego iria terminar con la partida de los bandidos, mismo llevandose su dinero e todo lo demás.

Cuando se estavam por ir del local, uno de los bandidos tuvo un duda:” Lo que vamos a hacer con este sujeto? El nos vió las caras... Nos vá a denunciar...” Entonces uno dellos, ciertamente un asesino nato, pronto solucionó el problema. Desató la victima del árbol, lo obligó a acostarse en el suelo, atándolo nuevamente y recostandole el caño de una carabina .12 en el rostro. La victima, como és natural, se encogió e dobló la cara para el otro lado. En ese momento hubo el disparo. De cierta manera, aún fué suerte de la víctima que el tiro haya sido disparado de tan cerca, porque así no hubo espacio para que los plomos del proyectil se desparramaram, lo que hubiese sido muerte segura.

La carga de pequeñas esferas practicamente arrancó el maxilar del infeliz viajero, removió buena parte de sus dientes, destrozandole la lengua, le hizo un agujero en el paladar y todavía lo dejó sordo de un oído. No obstante, no se murió. Le tuviron que hacer alrededor de treinta cirugías – no me recuerdo del número dicho. Una particularidad trágica, pero algo cómica, era que cuando la victima bebía algo buena parte del líquido le salía por los oídos, no chorreaba, como en las fuentes de jardines, solamente escurría. Eso le duró mientras el paladar no fué tapado con una más, de las tantas, cirugías. La explicación está en la anatomía de la cabeza, en la comunicación de los ductos que ligan nariz, boca y oídos. La lengua, por su vez, para ser recompuesta, precisó de un gran numero de intervenciones, pero mismo así su habla há quedado bastante silvante, dificultando el entendimiento de lo que dice.

Sigamos. Los bandidos se fueron, pensando que la víctima estava muerta, tal el tamaño del destrozo hecho por la carabina. Esa dedución lo salvó. Después de algun tiempo un camionero que por allá pasaba, para el camión y entra en el bosque, para esvaziar su bejiga. Enquanto lo hacia, notó algo raro. Algo que gemia y se movia un poco. Curioso, se aproxima y vé la escena dantesca de la víctima con la cabeza hinchada, rostro destrozado y mucha sangre cuagulada. Buscó por otras personas, la policia fué llamada y, verificados los documentos, su familia fué avisada y tomadas todas las providencias posibles.

Llevado, a lo que parece, de helicoptero a San Pablo, para ser operado en un hospital con inumeros recursos, la víctima, todavía en la ambulancia, en la Avenida Paulista, se empieza a sofocar. Su cabeza, muy hinchada, y la sangre cuagulada lo impedían de respirar. Sintiendo que moriría ahogado, y sin casi conseguir articular una única palavra, balbució algo cercano a “tapa de la Bic”.. mientras apuntava, angustiado, para un bolígrafo del enfermero, o para el médico, y que el veía en el bolsillo de la túnica. El hacía eso, pués sabía que si no se hiciera una traqueostomía luego su muerte sería cierta, y el hospital aun estava lejos. Y así lo hicieron: el enfermero usó la tapa del boligrafo Bic para hacerle un agujero exactamente abajo de la nuez del pescuezo. Por lo que sé sin anestécia. Y el ciudadano pudo respirar.

Para mí, este ciudadano és un héroe anónimo. No lo sé, si yó tendria corage de, mismo sofocado, pedir el uso improvisado y doloroso de una tapa de boligrafo para agujeriar mi tráquea. Y su fibra moral también se revela en la forma como, después de dezenas de cirugias, enfrenta el mundo. Contó, en la óptica, que yá estaba tan bien que domava caballos bravos, probablemente por deporte. Estava muy feliz en el casamiento, porque su fiel esposa no se importaba con el fuerte cambio de su aparencia, después de tantas cirugías. Soportó com bravura la desanimadora rutina de dezenas de operaciones y, como se dice, “dió la vuelta por cima”.

Este ciudadano debria de ser buscado por Fernado Morais, nuestro gran biógrafo. Su odisea – nó buscada, pero bravamente suportada -, mereceria un pequeño libro. Por lo menos como ejemplo de paciencia, insitencia en vivir y otimismo. Por lo que sé nó se puso un hombre triste ni amargo. El comprobó que fibra y alegria pueden caminar juntas.
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*Es abogado

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