La salud de la economía brasileña y el resultado de las próximas elecciones son temas de gran preocupación para los países vecinos, no sólo por la estrecha relación comercial y el nivel de las inversiones que tienen con esta potencia regional, sino por la incertidumbre que se deriva de un posible cambio del partido en el poder. En especial, por la afinidad ideológica de algunos gobiernos con el Partido de los Trabajadores (PT).
El crecimiento estimado de Brasil para 2014 es de menos de 1.5 por ciento y se espera que las tasas de interés y la inflación superen 11 y 6.5 por ciento respectivamente. El consumo de la población ha bajado, en algunos casos por el alto endeudamiento y en otros por el incremento del ahorro ante el alza de las tasas de interés. Los analistas señalan que el mayor problema de la economía es la crisis de confianza generalizada. Se esperaba que el mundial de fútbol, los juegos olímpicos y las obras de infraestructura realizadas para estos traerían una gran derrama. Sin embargo, no fue el caso. Además, el gobierno no adoptó las medidas macroeconómicas oportunas ante la caída de los precios internacionales de las materias primas y de las inversiones.
Estas noticias son particularmente desalentadoras para Argentina, Venezuela y Bolivia, pues la mayor parte de sus exportaciones se dirigen a ese país, lo que los hace muy vulnerables a lo que sucede en Brasil. En el caso argentino, el comercio total con Brasil ha bajado 22 por ciento en 2014 y en algunos sectores es verdaderamente preocupante: por ejemplo, 90 por ciento de la producción de automóviles se exporta al mercado brasileño, donde su consumo ha caído considerablemente. En el de Bolivia, la mayor parte de sus ingresos provienen de la venta de gas natural a Brasil; la recesión por la que atraviesa este último país puede afectar considerablemente sus exportaciones.
Durante las campañas electorales el tema de la economía ha tenido un lugar preponderante entre los tres candidatos principales. Los opositores Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño (PSB) y Aécio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), han propuesto regresar al modelo económico ortodoxo que instauró el presidente Fernando Henrique Cardozo, que permitió el altísimo crecimiento durante las administraciones del presidente Lula. Este modelo enfatiza la disciplina fiscal, la inflación controlada y la flexibilidad del tipo de cambio. Si bien los dos candidatos reconocen que es necesario realizar un ajuste fiscal, Silva insiste en mantener los programas sociales. Por su parte, la presidenta Dilma Rousseff considera que no es necesario volver a medidas como el ajuste fiscal, sino adoptar otras que permitan recuperar la productividad y la competitividad. En sus intervenciones, insiste en que el desempleo es muy bajo y que las altas reservas monetarias garantizan la estabilidad macroeconómica.
Es importante señalar que el sector empresarial y los mercados financieros han reaccionado negativamente ante el repunte que tiene Rousseff en las encuestas. Ambos rechazan su marcado intervencionismo en la economía, la corrupción del PT y de sus aliados en el Congreso y el proteccionismo que les ha cerrado las puertas para sus productos en nuevos mercados. Incluso algunos empresarios han insistido en que Brasil debería de tener un proyecto de integración más ambicioso y armonioso que el Mercosur y ponen como ejemplo la Alianza del Pacífico o el sistema de integración eléctrica que promueven Ecuador y Chile con Colombia, Perú y Bolivia.
Lo más probable es que Rousseff obtenga la mayoría de los votos en las elecciones del domingo, pero no los suficientes para evitar la segunda vuelta. En ésta, todavía no queda claro quién ganaría, por la volatilidad que han presentado los últimos sondeos. Sin embargo, para los países vecinos, sobre todo para aquellos que celebran elecciones este año o el próximo, los resultados serán fundamentales.
En conclusión, lo que ocurra en Brasil en estas elecciones será fundamental por motivos económicos y políticos. En lo económico, serán determinantes las políticas que imprima el nuevo gobierno para recuperar el crecimiento y evitar que la recesión se extienda más allá de sus fronteras. En lo político, la derrota del PT podría significar el fin de una era de gobiernos de izquierda en Sudamérica, que parecen haberse alejado de su electorado, y conducir a una nueva etapa de cambios políticos y sociales en el subcontinente.
(Publicado por El Financiero - México, 2 octubre 2014)
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